Dejamos el coche en el Monasterio de Irache cerca del monolito que recuerda el asesinato de Aniano y Ricardo en el fatídico Montejurra de 1976. Nos pusimos a andar sin saber el camino y haciendo lo que es natural en estos casos: encomendarse al Angel Custodio para que nos guíe.
Llegamos a un cruce de caminos. Como suele ser habitual no confié en mi instinto. Cualquier carlista habría sabido que el "Camino de la Corona" tenía que ser el correcto, cualquiera menos yo. Y elegí el otro que nos alejaba del Via Crucis. Al cabo de andar un buen rato por medio del espeso bosque apareció un hombre mayor, más alto que un chopo, que venía en dirección contraria. Le pregunté por el Cristo Negro y me dijo sin dudarlo:
- Yo os llevo.
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De vuelta a casa le comenté a la señora embajadora lo de la ayuda del Angel de la Guarda. Y ella dijo:
- Si no fuera por el par de blasfemias que ha soltado el buen hombre, yo también habría pensado que nos lo mandaba el Custodio.
Mi señora y yo somos así.
En cualquier caso quedamos muy agradecidos a este señor, transportista jubilado de un pueblo de la zona, que tuvo la amabilidad de ponernos en el camino adecuado. El problema es que habíamos dado un rodeo enorme y, cuando llegamos al principio del camino que conduce al Via Crucis, ya llevábamos dos horas andando. De modo que solo pudimos alcanzar la primera estación.
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Disfruté mucho de la conversación con aquel hombre, sin duda carlista de hecho en su juventud, y por lo menos de corazón ahora (aunque sea del PC). Y lo digo porque cuando le mencioné el pueblo de donde procede mi familia resultó que lo conocía, primero por ciertas hazañas del Requeté en aquellas tierras y segundo porque allí nació un ciclista famoso. Solo un carlista ubica un sitio por ser tierra de hazañas carlistas. Sobre todo cuando el lugar es conocido en la historia (y aún hoy en día) por algo que no tiene nada que ver ni con el carlismo ni con el ciclismo.
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El 18 de Julio pasado tuvimos Misa los carlistas de Madrid. Aproveché para preguntar por la manera de afrontar la subida a Montejurra. La conclusión general y tipicamente madrileña, tendente a opinar de forma convincente sobre absolutamente cualquier cosa en base a meras referencias fue:
- Hombre, si en los 60 y 70 se reunían allí treinta o cuarenta mil personas, no puede ser una subida demasiado difícil.
Mucha monja que fuma es lo que hay en Madrid.
El hombre (el enviado por el Ángel Custodio) me aclaró que si, que allí se reunía toda esa gente. Pero que los más se quedaban en las campas de los alrededores y unos cuantos (todavía muchos) hacían el Via Crucis completo.
A un carlista de Pamplona le conté esto y me dijo:
- Bueno hombre, ya serían más los que subían, que en aquellos tiempos la gente era más recia y tenía más monte.
Todo lo anterior para concluir que la subida es más bien pedregosa y empinada. Sobre todo cuando uno ya lleva dos horas de marcha, y más sobre todo cuando a uno le falta monte. No nos engañemos.
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En lo que si tuvieron razón mis correligionarios carlistas fue en aquello de:
- ¿Dificultad de la subida?. Por tus hijas no te preocupes, preocúpate por ti.
Para un hombre lo importante es llegar, para una mujer lo importante es ir. Cuanto más joven es la chica, más importante es ir y menos llegar. Las niñas resistieron magnificamente el palizón, incluida la pequeña de cuatro años. De vez en cuando decía que quería descansar y se sentaba con las piernas cruzadas en el sitio donde estuviera. Ya nos sabemos la película: al cabo de 30 segundos se levanta y sigue.
Más complicado es cuando decide recoger flores para mamá. Extiende en el suelo lo que tenga más a mano (pañuelo, sudadera, gorra, boina,.....) y va colocando con sumo cuidado las flores encima para luego formar un hatillo. No sigue hasta que no ha recolectado todas las flores que necesita. Y la cosa puede durar. Pero llegó hasta la primera estación como todos.
Es asombroso lo que pueden aguantar los niños. El hombre enviado por el Custodio se dio cuenta enseguida que la #4 (7 años) es la más dura entre las duras. Iba siempre directamente detrás suya, sin chistar.
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Después de Montejurra fuimos a Leiza, en pleno
territorio comanche. Pude cumplir el sueño que tenía desde antes de ser carlista, que era el de entrar en
Fort Baleztena donde gozamos de la inmensa hospitalidad de la familia y nos sumergimos en su historia y la del carlismo navarro (mientras tanto las niñas se lo pasaban de cine investigando todos los rincones de la casa y disfrutando de la tarde en el inmenso jardín).
Me hice una foto con dos de mis hijas en el mismo balcón donde en fiestas la familia coloca la bandera de Navarra con el escudo laureado, y debajo del que lleva la bandera de España. En pleno
territorio comanche, insisto (la foto de encima de este párrafo
está tomada de aquí)
Encuentro que estos Baleztena que conocimos no son solo un ejemplo "político", son un ejemplo humano. Una alegría y un desprendimiento que le hacen a uno volver a confiar en el género humano.
Más sobre los Baleztena en la bitácora
Premín de Iruña.